Seguro que has escuchado hablar de la periodontitis, si no te suena quizás hayas oído hablar de piorrea. Eso seguro que te suena, ¿verdad? Pues es una enfermedad de las encías que cuando te llega a la vida, crees que no puede haber nada peor. Y es que no te puedes hacer una idea de lo complicado que te pone las cosas. Tanto en lo social como en lo laboral. Si os apetece os cuento cómo era mi vida con piorrea, y cómo se solucionó gracias a una periodontitis.
Si os digo la verdad yo siempre me he considerado un hombre trabajador y de esos que no deja las cosas por hacer, pero en los últimos años es verdad que mi día a día era complicado. La periodontitis, esa enfermedad que afecta las encías y los dientes, llegó a mi vida. Yo había dejado de tener el control de boca y ahora estaba en manos de las bacterias. Cada mañana, al mirarme al espejo, veía mis encías retraídas, mis dientes debilitados y un enrojecimiento constante que me hacía la vida imposible.
Por si no lo sabes, la periodoncia es una especialidad de la odontología que se encarga de la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de la enfermedad de las encías. Esto está causada por la acumulación de placa bacteriana, eso que tanto molesta. Y luego está la enfermedad, la periodontitis o piorrea que es la que provoca la pérdida del hueso que es la que aguanta los dientes. Para evitarlo, es imprescindible una correcta higiene dental y revisiones periódicas para prevenir su aparición.
Algo tan simple como el comer se convirtió en una tortura, como aquello que cantaba la diva Shakira. Los alimentos duros me dolían mucho, era imposible. Por no hablar de los fríos que me hacían estremecer. Era dar un bocado y todo venía acompañado de una punzada. De los peores dolores que he sufrido. Pero si los dolores físicos eran malos, peor era la inseguridad que sentía al hablar con los demás. De verdad que no podía con el alma, pero tampoco con el aliento.
Pero el aliento no de fatiga, el aliento de no poder abrir la boca porque yo sentía que salía un mal olor que perjudicaba todo. Mis compañeros de trabajo no me dijeron nada, pero siempre yo sentía que ellos no estaban incómodos.
La decisión
A pesar de las señales que me estaban dando, yo tenía miedo de ir al dentista. Digo miedo por no decir que lo que realmente decía era pavor. Yo había escuchado historias, historias para no dormir, de tratamientos dolorosos y largos. Así que el miedo me hacía evitar la visita al profesional. Como suele ocurrir en estas cosas, dejas que el tiempo lo cure todo. Pero mis encías no las cuidaba. Para nada. Un día, después de que uno de mis dientes comenzara a moverse, supe que no podía esperar más. La decisión estaba tomada.
Con algo de nervios, como es lógico, pero decidido, pedí una cita con un especialista en periodoncia en la Clínica Arturo Soria. Desde el primer momento, el dentista me recibió con los brazos abierto y me explicó que la periodontitis podía tratarse con limpiezas profundas, antibióticos y, en casos más avanzados, procedimientos específicos para salvar mis dientes. La verdad es que ponerte en manos de este tipo de profesionales siempre te da tranquilidad.
Y no, el tratamiento no fue tan doloroso como había pensado, por suerte. Con paciencia, el equipo odontológico fue realizando un raspado y alisado radicular para eliminar la infección de mis encías. Y es que ese es el problema, que todo se va acumulando en las encías. Me dieron las pautas sobre cómo cuidar mi higiene bucal en casa y me recomendaron visitas regulares, algo que antes no hacía.
El cambio
En pocas semanas, y esto es algo que yo no me esperaba, comencé a notar el cambio. El dolor disminuyó, mi aliento mejoró y, sobre todo, recuperé la confianza para sonreír y hablar sin miedo con el resto de mis compañeros y de mis amigos.
Ahora, mi día a día es completamente diferente: puedo disfrutar de una comida sin preocupaciones, reír sin taparme la boca y mirar a los demás sin inseguridad.
Aquel paso que tanto temía dar, se convirtió en la mejor decisión de mi vida, y la verdad es que llevaba razón toda la gente que me decía que tenía que ir al dentista. Y ahora, cada vez que alguien me pregunta sobre mi experiencia, no dudo en decir: “Nunca esperes demasiado para cuidar tu sonrisa”.